jueves, 12 de noviembre de 2009

LA BOCA DEL MONTE

PARTE UNO: Cuando por fin se decidió a sacar el papelito arrugado de su pantalón, luego de cargarlo una semana en el bolsillo pequeño donde se guardan las monedas, aun no sabía que llevaba anotada una dirección: “del antiguo “BBderos-bar”, 300 metros sur y 200 este, casa de verjas rojas. Miércoles 30 de setiembre a las 8 pm”. ¿Cómo se puede querer vivir en una ciudad que creció donde se cruzaban unos cuantos trillos que, de cuando en cuando, el monte los borraba y cuando alguien los volvía a rehacer, los cambiaba de lugar? Entonces recordó, en ese momento, el comentario que le había dicho él, al compas de las cervezas y las conversaciones subidas de tono que competían con los cantantes ocasionales del Karaoke, “Me encontraras, ya vas a ver. Y no te preocupés demasiado, San José es una ciudad tan pequeña, que se mide con un par de birras.” Porque claro, esta es una ciudad nudo, lazo de trillos enmontados que en alguna parte, pero muy lejos de acá, fueron caminos de ciudades importantes. Trillos acostumbrados al barro sin huellas, hechos para que solo el olvido y la miseria los transitara, caminos que nunca piso nadie o muy pocos. La frase había quedado dando vueltas en su mente desde el momento en que la escucho a la altura de su oído, hacía ocho días atrás, pero sobre todo, eran dos cosas las que hacían que ese recuerdo fuera y viniera por su mente, y hasta por su cuerpo, sin poder contenerlo; “Villa nueva de la boca del monte”, ¡que mierda es esa!, es como la metáfora perfecta de una sapo que no se cansa de cantar, y sobre todo, lo de la “La boca del monte” siempre me sonó como a “boca de los olvidos”, de a los que les comen cada día la memoria. Por un lado, fue precedida por la lengua y luego la boca que entraba y salía entre los cartílagos de su oreja, y que hasta cierto punto, estuvo por ocasionarle un orgasmo, ese mismo día que decicidio vestir sin calzón; pero por otro lado, y esto era la parte que le causaba algo de gracia, no se explicaba eso de que una ciudad se pudiera medir con dos cervezas. Porque cuando me figuro ese nombre en mi mente y empiezo a ver una ciudad que en su boca se llena de monte, de mala hierba, pienso que todo esto es un destino escogido. Y aunque no le daba mayor credibilidad a lo que a todas luces perecería una broma de borracho, le llamaba la atención el tono serio pero a la vez melancólico, con que había rematado esa última parte de la frase. En algún momento, quiso dejarlo en el pantalón, obviarlo, pensar que esa noche no había existido y que el papel con la dirección anotada, que ella todavia no sabía, tampoco existía. Y por fin, cuando luego de una semana de tratar de olvidar el suceso, tuvo el pequeño papel arrugado en sus manos, pensó en prenderle fuego pero sus manos desobedientes respondieron a un impulso mayor, abriéndolo y leyéndolo en vos alta casi de inmediato: “del antiguo “BBderos-bar”, 300 metros sur y 200 este, casa de verjas rojas. Miércoles 30 de setiembre a las 8 pm”., una profecía auto cumplida, que nosotros no tenemos salvación y que no nos queda otro camino que el vivir en esta ciudad con una boca oculta, que eructa y escupe por todas partes, escondida casi estratégicamente entre el pasto, la hierba, el zacate y la mierda, para mantener presente el recuerdo del olvido y de la muerte.



-¿Sabes cómo podes darte cuenta que esta puta ciudad son ocho cuadras pegadas a un parque central? -Le dijo mientras pagaba la primera ronda de de Pilsen 6.0
-Cómo?- respondió con ansiedad Guillermo.
-Es sencillo guevón, nada más te exijo atención. Yo le llamo el método del friometro.
Guillermo comenzaba a interesarse cada vez más en lo que el gordo Jara le contaba esa tarde frente a la avenida segunda.
-Mirá- continuó diciendo mientras le hacía señas con las manos a la mesera para que le trajera el cenicero- Podes hacerlo con una birra o a lo sumo con dos, pero escuchame bien: nunca con más. En todo caso, ya verás con el tiempo que casi nunca se necesitara más de una birra para que te des cuenta de los resultados del método- y en medio de una carcajada descomunal sentencio: “medir a Chepe con unas frías”.

sábado, 7 de noviembre de 2009

VIENTOS RESOPLONES

Por Kendall Rojas

Cuando el mundo occidental de finales del siglo XX, todavía no acababa de recoger los escombros que dejo la caída del muro de Berlín, resoplaban por América latina nuevos vientos; aquellos que señalaban que un nuevo tiempo había empezado y otro había muerto y con este último, habían fenecido también todos los proyecto de izquierda que durante buena parte del siglo XX habían poblado el subcontinente latinoamericano y que incluso, escasos años hacia atrás, se mantenían todavía vigentes. “La utopía desarmada. Intrigas, dilemas y promesas de la izquierda en América Latina” publicada por primera vez en 1993 por el mexicano Jorge Castañeda, es quizás un buen ejemplo de los nuevos vientos resoplones y es al mismo tiempo, una suerte de epitafio sobre el papel que había jugado la izquierda en Latinoamérica y que debía jugar a partir de la nueva coyuntura que se abría: dormir el sueño de los justos.
(Tomado del "Patriota del Golfo", abril de 1994)